viernes, 27 de enero de 2012

Voy subsistiendo

No, no me he olvidado de que tengo un blog. Ni han dejado de pasar cosas en casa de los bombones.

Simplemente es que los virus han decidido montar su sede central en nuestra casa y como suele ser habitual, un resfriado que en mis hijos dura tres días, a mí me dura siete. Si tenemos en cuenta que cada uno de los bombones me ha traspasado sus propios virus y mocos, pues calculo que estaré unas dos semanas sobreviviendo como pueda… lo positivo es que ya llevo una semana enferma, sólo me quedan otros siete días, pero con un examen de por medio. Y rezo todo lo que sé porque el padre tenía hoy ojitos “sospechosos” y como él también caiga habrá que declarar nuestro hogar zona cero.

En fin, que prometo regresar, pero dentro de unos días.

miércoles, 18 de enero de 2012

Jo, ¡qué noche!

No, no voy a hablar de la película de los ochenta que se llama igual. Voy a hablar de la noche de ayer en casa bombones.

I comenzó el domingo con los ojitos mal, el lunes se le pusieron peor y ayer a la pediatra. Que es por el atasco de mocos que tiene, que le echemos colirio, mucho suero y liquidos y que no le llevemos al cole hasta que esté bien porque es contagioso. Ese es el parte que me dió su padre.

Voy a buscar a M al cole y le veo los ojos regular. Me voy al trabajo encomendándome a todos los santos. Cuando he llegado de currar los tenía peor que su hermano, estupendo, fraternidad melliza hasta en esto.

Si ya os conté que echarles el suero es una lucha, lo del colirio ya ha sido inenarrable, lo del suero es un plácido momento en comparación con el colirio. Gritos, lloros, uno de ellos parecía que se privaba, patadas, el otro golpeándonos para que dejásemos a su hermano, niños que yo no sabía que tenían párpados de acero que no se abren ni a la de tres…

Llega la cena, M decide que no le sale del pañal comerse la crema de calabaza. Gritos, berridos, "NOOOOO, NOOOOOO", I comiendo la suya mirándole alucinado. Su padre que pierde los nervios, yo que le digo que está malito que no le fuerce, el padre que dice que al menos la pruebe antes de decir no, le mete una cucharada, el niño la escupe, el padre se levanta cabreado mascullando algo sobre las bondades de la esterilidad.

Segundo plato de la cena: jamón cocido, I decide que es autosuficiente y que come solo, vale, venga come tu solo, jamón lanzado hacía la tele, le quito el tenedor me da un manotazo y comienzan los dos a reirse a carcajadas. Les digo muy seria que no se pega, M hace pucheros y lanza el chupete al suelo, I intenta volver a darme un manotazo....

Entre medias pongo dos lavadoras porque ayer se nos rompió la lavadora, (se ha arreglado sola gracia a Dios), y la ropa ya desborda el cesto. No hace falta explicaros lo necesaria que es una lavadora en una casa con dos bebés que salen a cambio de ropa diario.

Terminan de cenar, M cae rendido, I comienza a tocar a su hermano para que se despierte. Su padre le regaña, I que llora, me pongo a mecerle, quiere que le de la mano, se la doy, tira el chupete, lo vuelve a coger, por fín se duerme.

Me ducho, descongelo la comida de mañana, cambio de menú porque los bombones comerán en casa, tiendo las dos coladas mientras mi chico hace la cena, cenamos, me siento a estudiar, no hay luz, se fundió la bombilla y al padre de los bombones se ha olvidado de ir a comprarla... tengo examen en 14 días y voy como geisha por el arrozal.... Me empiezan a picar los ojos no sé si es stress, sugestión o que mis hijos me lo han pegado. A las 12 me voy a la cama, llevo 20 minutos leyendo el mismo párrafo y me estoy enterando tanto como si me estuvieran dando una clase de astrofísica en japonés.

A los 5 minutos se despierta M, (¿os he dicho alguna vez que Murphy es un cabrón?). Está sentado en la cuna con los ojos cerrados, me lo llevo a mi cama, tres patadas y un masaje tailandés después, su padre se lo lleva al salón, el niño de repente se despierta del todo y grita “ABAAA”, que en bombonil significa “dame lo que sea que me muero de hambre”, le hago un biberón, según lo ve, se lanza en picado a por él, se lo toma, parece que vuelve a dormirse, falsa alarma… me voy a la cama, a los 10 minutos el otro, ah vale, sólo quiere el chupete, a los 20 minutos otra vez I, que se le ha colado la pierna entre los barrotes de la cuna y no puede girarse, le saco, le tapo, me voy a la cama.

A las 3:30 noto como mi chico apaga la luz del salón y se viene a la cama, por fin ha logrado dormir a M. A las 7 suena el despertador, los tres duermen y yo me he levantado como si me hubieran dado una paliza.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGG Qué bonito es ser mamá algunas noches.

viernes, 13 de enero de 2012

Algo que quiero contar

Llevo años leyendo webs y blogs y participando en foros, en algunos ya apenas entro, en uno cada día estoy más cómoda, a otros sólo entro a leer y puntualmente opino… Internet, y sobre todo los foros me ayudan, conozco y charlo con personas que viven las mismas cosas que yo, intercambio opiniones, leo, aprendo, comparto experiencias, a veces me río mucho, he hecho amigas… Pero no siempre es así, y a veces me siento sumamente incómoda cuando leo algunas cosas que me dejan anonadada.

Como considero que tengo las ideas muy claras en determinados aspectos, leer adoctrinamientos y radicalismos no me altera. Me provocan simplemente una sonrisa irónica con alzamiento de ceja incluido, y me ayudan a ratificarme en mis opiniones. Es igual que cuando recibo un consejo no pedido, me limito a escucharlo y a hacer lo que me parece bien a mí.

Cuando leo cosas con las que no estoy de acuerdo, suelo callarme. Veo a la otra persona tan convencida de que posee la verdad absoluta que me da una pereza terrible entrar en un debate que va a terminar convertido en bucle, a mí me encantan los grises y no comprendo las posturas de aquellos que piensan que todo es o blanco o negro.

Si cuento todo esto es porque hoy necesito desahogarme un poquito.

Llevo meses leyendo que una cesárea no es parir, he leído a mujeres que al contar la cesárea de alguna conocida escriben “a su hijo se lo parieron”, y me cuesta volver a encajarme la mandíbula después de semejante frase lapidatoria.

Los bombones nacieron por cesárea. Cesárea de urgencia porque cuando ya estaba en el paritorio dilatando uno de los monitores indicaba fallo en el latido de uno de ellos y mi ginecólogo me dijo que tenía que ser cesárea porque el bebé no resistiría un parto vaginal. Cuando acabó todo el médico nos contó que I venía con doble vuelta de cordón y que por eso la urgencia.

No voy a entrar a debatir si cesárea sí o cesárea no, porque creo que es obvio que si puedes evitar esa intervención, es mejor un parto. Peeeeeero, yo sí he parido a mis hijos. Siento que les he parido. Yo soy quién llevará una cicatriz de por vida que me recordará que estuve en un paritorio y en un quirófano y que traje al mundo a dos preciosidades que me enamoraron desde el primer minuto. Yo fui quién les llevé dentro durante 39 semanas y 3 días, fui quién experimentó pataditas, ardores y náuseas, quién se cuidó durante el embarazo, quién hizo reposo absoluto durante 8 semanas para que no nacieran antes de tiempo. Yo me pinchaba cada semana inyecciones para ayudar a la maduración de sus pulmones. 

Yo soy su madre y los he parido, el cómo, no tiene importancia. Los he parido, nacieron sanos y son mi vida.

Y eso es lo único que me importa.

P.D.- La foto es mi barrigota de embarazada, 5 días antes de conocer a mis hijos.

miércoles, 11 de enero de 2012

Estoy contenta

Ayer llegué a casa dos horas antes de lo habitual, así que pude hacer en martes lo que suelo hacer los fines de semana: jugar con los bombones.

Me senté en el suelo y M vino corriendo con un cuento, se sentó en mis piernas y nos pusimos a mirarlo. I también vino, pero se limitó a tirarse en plancha y a hacerme cosquillas en el cuello.

Luego hicimos puzzles: yo lo desmontaba, ellos se quedaban todas las piezas y luego me las iban dando de una en una para que yo lo volviera a montar y me aplaudían cuando terminábamos. Son mi mejor público.

También jugamos a hacer el borrico, yo me tumbaba y ellos se lanzaban al más puro estilo pressing catch, (soy de la generación que creció en los 80 y 90 y nunca podré llamarlo wretsling). O escalaban la mesa y de ahí se tiraban en plancha al sofá, o ponían en práctica otras burrerías enseñadas por su padre pero sin dejar de reírse a carcajadas.

Hubo un pequeño conflicto cuando se volcó la pizarra e intentaron coger una de las patas para pegar con ella en la mesa, pero todo pasó cuando oyeron los Cantajuego y se pusieron a bailar en mitad del salón.

Puede parecer una tontería, pero cuando me paso las semanas trabajando y estresada, llegando tarde a casa y sintiendo que me faltan horas, pasarme una tarde entera jugando con mis hijos es una gozada y ayer pude disfrutarlos al 200%, como a mí me gusta.

martes, 10 de enero de 2012

Las noches

Si hay algo que caracteriza los veinte meses que cumplo hoy como mamá, es el sueño que paso y que he pasado. Como me dijo una amiga una vez: “Tus hijos te deben horas de sueño suficientes para que seas la Bella Durmiente” Y es que, los bombones eran muy buenos, pero el concepto dormir no lo tenían asimilado.

Durante muchos meses, el padre de los bombones y yo sabíamos como comenzaba la noche, pero no como terminaría.
Recuerdo el día que fuimos a inscribirles en el Registro Civil, que habíamos dormido sólo 45 minutos y andábamos zombies. También recuerdo pasarme alguna madrugada haciendo los 10.000 metros pasillo con alguno de ellos en brazos y mirar mi cama con pena y nostalgia. Y desde que soy madre, comprendo perfectamente porque a la privación de sueño se le considera una forma de tortura.

Durante esas largas noches han pasado muchas cosas: una vez mi mente asoció bebe que llora = tiene hambre y yo tenía tanto sueño que no me di cuenta de que iba a darle de comer al que había comido hacía 15 minutos, menos mal que papá estaba medio despierto y me avisó. Otra vez me puse a golpear la almohada porque realmente necesitaba dormir y mis hijos no eran de la misma opinión. Más de una madrugada he terminado llorando de puro agotamiento...

Una noche típica en casa bombones podía ser así:

I y M se dormían como dos benditos a las 21 horas. A las cinco minutos de haberme acostado, (daba igual a que hora me acostara porque Murphy siempre hacía y hace cumplir su ley), se despertaba I, ibas a buscarle y estaba de pie en su cuna sonriendo. Le llevabas al salón o a tu cama o a pasear por el pasillo, lograbas que se durmiera sobre las 2. Le llevabas a la cuna. Te acostabas. A las 2:30 se despertaba M, repetías la misma operación que con I, se dormía a las 4. Regresabas a la cama. A las 5 I se despertaba de nuevo,  se volvía a dormir a las 6. Y a las 6:45 y en perfecta sincronización con mi despertador, M se despertaba definitivamente. Y mientras ellos se despertaban con una sonrisa, yo iba acumulando ojeras y me pasaba las noches ciscándome en todo el universo.

Había variaciones, a veces uno dormía del tirón y el otro daba guerra toda la noche. Otras veces se despertaban los dos a la vez y se ponían a hacer el borrico en sus cunas… la verdad es que tiempo para aburrirme no había. Las noches eran un misterio insondable en el que yo nunca sabía qué iba a pasar.

Así durante 16 meses en los que dormí una media de 4 / 5 horas diarias y no siempre seguidas, hasta que comenzó el cole y las malas noches se han espaciado, ahora nos toca sólo una madrugada insomne a la semana. Como ventajas de la falta de sueño... pues, si pienso mucho, podría contar que he descubierto que durante la madrugada ponen reposiciones de series antiguas que molan bastante y me ha dado tiempo a ponerme al día en los capítulos que tenía atrasados de mis series favoritas.

Así que, si leéis esto y echáis de menos dormir, tranquilos que todo pasa, tarde o temprano todos dormiréis y recordaréis las noches en vela con una mezcla de nostalgia y sudores fríos. Y mientras tanto, aprovechad para hacer otras actividades, si al fin y al cabo, el dormir está sobrevalorado ;)

lunes, 9 de enero de 2012

Navidades II

Recuento de regalos de sus Majestades de Oriente a los bombones:

  • Dos perritos de peluche que ladran y les provocan carcajadas cada vez que lo hacen.
  • Una pizarra con imanes y rotuladores. (Los rotuladores escondidos hasta dentro de un año como mínimo, que mis pequeños Rembrandt son capaces de redecorarme la casa y crearme una cueva de Altamira en versión moderna con más rapidez de la que os pensáis)
  • Unos bolos (de gomaespuma, gracias a Dios, que ya nos veía enganchados a los analgésicos)
  • 6 cuentos
  • 3 vehículos de juguete tamaño mediano/grande
  • 5 coches de juguete pequeños
  • Dinero (directo a su cartilla que va a ir)
  • 1 caja de lego
  • 1 puzzle
  • Ropa
  • Colonia
  • 2 coches musicales: os prometo que la música de los coches no tiene nada que envidiar a la que ponen los macarras poligoneros en sus bugas.


Cómo habéis notado, la palabra musical describe sólo uno de los regalos, lo que me reafirma que los Reyes Magos son mucho más empáticos con nosotros que el gordito de rojo. Eso sí, da igual que digas que por favor dejen pocas cosas en las casas de los familiares, sus Majestades hacen lo que les sale de sus reales narices.


Hemos tenido que reorganizar por enésima vez la casa para dar cabida a sus juguetes. A veces no sé si vivo en un piso o en una juguetería y eso que hice limpieza hace un mes y doné juguetes al mercadillo del cole.
Pero ha merecido la pena. Ver la cara de ilusión que pusieron y lo mucho que están disfrutando con sus juguetes estos días, recompensa con creces el stress de las Navidades.

Eso sí, el año que viene prometo hacer una limpieza aún mayor de trastos y escribir la carta en Octubre que esto ha sido un sin vivir.

Y ahora volvemos a la rutina y a la vida real hasta dentro de trescientos veinte días.


miércoles, 4 de enero de 2012

Confusiones


Los bombones son mellizos. Yo sé que son mellizos. Pero esta afirmación tan categórica por mi parte no siempre es aceptada.
Mucha gente me discute y aseguran que son gemelos, que son clavados físicamente. La madrina de I me ha avisado que en cuanto tenga dinero suficiente les encarga un estudio de adn para demostrar que me equivoco. De momento se conforma con regalarles ropa diferente para que yo no pueda vestirles iguales.

Aunque tardé dos días en quitarles las pulseras del sanatorio por miedo a confundirles, nunca me ha pasado. Les distingo perfectamente.

Pero soy la única que lo hace, lo cual ha llevado a anécdotas varias:

-Un día llegué de trabajar y la chica que les cuidaba les había confundido y llevaban intercambiados los cascos ortopédicos: la confusión no me molestó, pero que la tía tuviera el atrevimiento de discutirme quién era quién si que me transformó en una hidra de siete cabezas. (Lo dicho, para el 2012 quiero mejorar mi lado zen).

-Levantarme de madrugada y ver que papá les ha intercambiado de cunas. Pobre papá, casi 20 meses después, a veces me tiene que preguntar quién es cada uno.

-Llevárseles de paseo la madrina de M y regresar a las dos horas contándome quién ha dormido en el parque y quién se acaba de dormir y comprobar que se ha equivocado y que las cosas han pasado al revés de lo que ella me cuenta. Y esto ha sucedido también con las abuelas.

-Confundirles de aula: las profesoras se dieron cuenta a los 15 minutos del error y los bombones regresaron a sus respectivas clases pero a mí me pidió la directora que por favor, al menos las primeras semanas no les llevase vestidos iguales.

-Preguntarle a papá qué tal ha ido la tarde y que me cuente que uno se ha cagado, pero que no sabe decirme cual.

Al final, he optado por dar un “par de trucos” a la gente que les trata casi a diario para que si yo no estoy puedan distinguirles sin problemas. Menos mal que en el carácter han salido completamente distintos y así no les crearemos ningún trauma de falta de personalidad.

martes, 3 de enero de 2012

Corte de pelo

En vista de que las agendas no cuadraban. Vale, está bien, mi agenda no cuadraba. El padre de los bombones decidió que se cortarían el pelo por turnos puesto que no somos tan temerarios como para que un solo progenitor lleve a los dos a la vez a determinados sitios.

Ayer por la tarde le tocó a M.

El resultado de la visita a la peluquería... no sé cómo describirlo.

El bombón está guapo. Tiene cara de chico y no de bebé, pero está guapo. Le ví algún trasquilón que otro, pero apenas se notan. Eso sí, al peluquero le costó un triunfo hacer su trabajo y sólo logró adecentar la melena de mi hijo cortándole el pelo por tramos y a ratos porque como yo ya me imaginé, M no estuvo quieto más de un minuto seguido a pesar del despliegue de cuentos, juguetes y galletas que pusieron a su disposición.

El padre de los bombones dice que el pobre hombre sudó la gota gorda y que, cuando se le ocurrió decirle que M tiene un hermano mellizo al que también habría que cortarle las greñas, el peluquero puso cara de susto.

Así que, ahora tenemos un niño con el pelo arreglado, otro con greñas a lo Noel Gallagher y un nuevo establecimiento en el barrio dónde los bombones serán famosos y/o vetados hasta la mayoría de edad.
Lo bueno es que anoche su padre pudo distinguirlos sin problemas, jeje.

El suero

Llega un momento en la vida de todo padre, en la que se tiene que recurrir al suero fisiológico. A nosotros también nos ha tocado.

Al principio, aunque resultaba agotador, lográbamos nuestro objetivo y la operación suero se saldaba con una victoria para nosotros.

Desde que los bombones andan, corren y empiezan a tener conocimiento del medio, las fuerzas se han igualado y en el combate padres vs’ bombones, no siempre salimos vencedores. Y sí, la teoría nos la sabemos, pero la práctica es más complicada.

La cosa funciona así:

Cojo al bombón que tengo más a mano y me le llevo a ponerle un pañal limpio antes de cenar y dormir. Entonces miro la nariz y veo atasco de mocos. Llamo a su padre pidiendo refuerzos.

Según aparece papá, el bombón, que es pequeño pero no imbécil, ya se huele que va a pasar algo chungo y comienza a protestar. Las protestas pasan a gritos en cuanto ve la gasa y la jeringa y se transforman en llantos y patadas según le sujeto las manos mientras papá intenta, y no siempre con éxito, echarle el suero en su naricita respingona.

Una vez logrado nuestro objetivo o una vez admitida la derrota, (ya os he dicho que no siempre ganamos nosotros), toca repetir la jugada con el otro bombón. Solemos darnos por vencidos la tercera vez que el suero acaba en la mejilla o en el ojo del niño.

El otro bombón, cuando sospecha que es su turno, sale por patas, derechito a esconderse dónde pueda mientras piensa: “Le vas a tocar las narices a la abuela, es decir, a tu madre”
Por desgracia para él, papá y mamá siempre le encuentran, (ya ves tú, en 45 metros cuadrados no hay muchos sitios dónde buscar), y entre patadas al aire y gritos de “NOOOOOO, NOOOOOO”, sus horribles padres le llevan al cambiador para proceder a limpiarle la nariz con suero, operación en la que se reproducen los mismos patrones que he mencionado antes: protestas, lloros, patadas, gritos….

Cosas curiosas de este procedimiento:

  • Todas las noches me pregunto si he parido dos niños o dos ninjas.
  • Hemos descubierto que existe la solidaridad melliza: mientras le echas suero al primero, el otro te está golpeando las piernas y regañando para que dejes en paz a su hermano.
  • Son unos rencorosos: si en el primer asalto hemos ganado los padres, el primer bombón se olvida de la solidaridad y se limita a observarnos mientras se ríe o a jugar en el pasillo, dejando al otro abandonado a su suerte. “Se siente macho, haberme defendido en condiciones”.
  • Olvídate de recibir ni un solo beso hasta el día siguiente, como mucho te sonreirán al cabo de un rato y porque llevas su cena en las manos.
  • Papá está cogiendo un pulso y una destreza que podría ganarse la vida como lanzador de cuchillos.
  • Tengo agujetas y moratones en el pecho de tanta patada.
  • Me sigue asombrando la capacidad pulmonar y el volumen de decibelios que demuestran mis hijos.
  • La vecina cotilla de al lado nos mira con mala cara por las mañanas y debe pensarse que por las noches les torturamos.

lunes, 2 de enero de 2012

Y yo con estos pelos

Tenemos que cortarles el pelo a los bombones. Mejor dicho, tenemos que igualarles las greñas porque ahora su pelo va de por libre y peinarles nos cuesta un rato. Además, el bombón M tiene dos coronillas con sus respectivos remolinos, así que podéis imaginar el cuadro que se organiza por la mañana para domar su pelo.

El problema es que no tenemos tiempo para llevarles al peluquero. Y cortarles el pelo nosotros está descartado desde el desafortunado incidente de papá y la maquinilla eléctrica del verano del 2010… pobres, parecían dos frailes y encima las abuelas nos avisaron de su firme intención de contarles la “putada” que les habíamos hecho cuando fueran mayores. Ahí, ayudando.

Como decía, tenemos que igualarles las greñas, y a mí me están entrando sudores fríos sólo de pensarlo, porque eso requiere que se estén quietos cinco minutos, y cualquiera que conozca a mis hijos, sabe que eso si que es misión imposible.

Así que estamos intentando encontrar algún hueco en nuestra agenda para encomendarnos a todos los santos y que la operación corte de pelo sea satisfactoria, pero no está resultando tarea fácil.

Podríamos dejarles el pelo tal como está, pero nos enfrentaríamos a dos problemas: uno, que el flequillo les cause una ceguera temporal que se salde con varios golpes contra los muebles y dos, como tenga que oír una vez más a mi madre decir: “A ver si les cortáis el pelo”, juro que gritaré y mucho. Y eso iría contra mi propósito de año nuevo número 2.

Prometo contar aquí la visita a la peluquería cuando se produzca porque mucho me temo que será otro lugar en el que mis hijos se harán “famosos”.

Propósitos de Año Nuevo

¡Feliz año nuevo!
La nochevieja con la familia fue bien. Los bombones aguantaron la fiesta hasta la 1:30 de la mañana y se quedaron dormidos en su silla de regreso a casa. Debían estar agotados porque no pararon en toda la noche corriendo, saltando y haciendo un despliegue de risas, carcajadas y monerías varias para deleite del bisabuelo, la abuela y los tíos, que estaban todos embobaditos viéndoles. Que gusto poder disfrutar de una cena utilizando las dos manos y sabiendo que la familia se ocupa y disfruta de ellos.
Su tío T les hizo varios videos y todo un reportaje fotográfico.
Incluso comieron uvas, aunque no a golpe de campanada, claro que ni siquiera su madre es capaz de comerse las 12 uvas cuando toca y el año que no me atraganto es porque me da tal ataque de risa en la uva número seis que no puedo seguir comiendo.

Pensando en esto del nuevo año y que tenemos por delante 366 días, he decidido hacer una lista breve de mis propósitos para Año Nuevo:

1.- Mantener el Zen y recuperar el comeflorismo: voy a intentar aprender a relativizar más. A dejar el látigo quieto y no auto-fustigarme por tonterías.

2.- Tener más paciencia: a ver si logro no pegar 4 gritos cuando estoy al límite, y retomo el contar en números romanos.

3.- Adelgazar: pretendo recuperar la figura que perdí en el embarazo y que aún no ha vuelto del todo. Me quedaré con la cicatriz de recuerdo, pero espero que el flotador desaparezca. Eso sí, la dieta comienza el 9 de Enero que no tengo intención de perderme el Roscón de Reyes ni las comidas y meriendas que tenemos programadas para los días 6 y 7.

4.- Seguir con este blog

5.- Dar gracias por lo que tengo: dos hijos preciosos, una pareja fantástica, una madre que vale un tesoro, (aunque a veces me saque de quicio con sus cosas de abuela) y familia y amigos cojopendos.

6.- Ser feliz y hacer felices a los que me rodean.