martes, 22 de mayo de 2012

Cabrea

Que tus hijos te despierten a las 6 de la mañana pegándote en la cara con la bolsa de las piezas de construcción porque quieren jugar, cabrea.

Que después de pasarte un buen rato haciendo el moñas y cantando “A guardar, a guardar cada cosa en su lugar…” para lograr que recojan y que tu pasillo deje de parecer un campo de minas, tus hijos lleguen y vuelquen una cajonera llena de piezas de lego, cabrea.

Que te pases cocinando un buen rato y luego tus hijos te digan que las croquetas te las comes tú, cabrea.

Que mientras les estás bañando decidan que tú también debes bañarte y te lancen agua, cabrea.

Que te pongas a dormir a los dos y cuando uno de ellos está a punto de caer, su hermano le lance un peluche a la cabeza, le despierte y retomen la juerga, cabrea.

Y todo ello lo vives, contando hasta veinte en números romanos y procurando recordar que tienen 24 meses y que no saben lo que hacen. (Me niego a pensar que tan pequeños tengan ya tan mala baba).

Pero cuando llegas a casa después de un largo día, como son los míos, y te encuentres la ropa recién planchada en este estado….




No hay palabras para definirlo.

jueves, 10 de mayo de 2012

Dos años


En casa de los bombones hoy estamos de celebración. I y M cumplen 2 años y yo estoy contenta y anonadada y moñas. Así, todo junto.

Me parece increíble que hayan pasado dos años ya, desde aquel lunes en el que nos vimos las caras por primera vez. ¡Pero si juraría que eso pasó antes de ayer!

En estos dos años han pasado muchas cosas, buenas y malas, pero en todas tenía un motivo para sonreír y para tirar hacía delante.

Hasta hace dos años, yo podía vegetar las tardes del fin de semana en el sofá. Podía cambiar de bolso todos los días. Veía películas enteras y del tirón sin necesidad de dar al pause. Podía dormir hasta las doce de la mañana un domingo…

Ahora, los fines de semana los dedico a ellos. La siesta es algo ocasional que he cambiado por ir al parque o jugar con los coches. El bolso, con suerte, lo puedo limpiar de trastos un día de cada quince. Y es raro que pueda levantarme más tarde de las diez el domingo, y eso porque el padre de los bombones se da el madrugón con ellos.

Y sin embargo, no lo cambio por nada. Desde hace dos años estoy plena. He descubierto cosas de mi niñez que tenía olvidadas. He aprendido que una sonrisa de los bombones es capaz de hacer que mi mundo se detenga y disfruto con todos y cada uno de sus avances y logros. Hoy hace dos años que me enamoré de nuevo, mi mundo se puso patas arriba,  mis ideas, necesidades y prioridades cambiaron radicalmente y desde entonces me estoy enriqueciendo como persona.
Hoy hace dos años que soy razonablemente feliz y todo se lo debo a ellos.

Feliz cumpleaños bombones y gracias por haberme escogido para que sea vuestra mamá.

jueves, 3 de mayo de 2012

De compras

El sábado teníamos que hacer unas compras inaplazables. Así que fuimos con los bombones. Destino: supermercado sueco de muebles e hipermercado de origen francés, (mientras no me paguen no pienso hacer publicidad aunque sólo me lean cuatro personas).

Decidimos salir temprano de casa. Temprano con los bombones significa que salimos a las diez y media de la mañana. Llegamos al sitio de los suecos y subimos a mirar las referencias que necesitábamos. Primer cabreo bombonero porque no les dejamos bajarse de la silla. Pero es que conociéndoles, desmontan la exposición de muebles en un momentito. Lo solucioné dejándoles un folleto a cada uno. Volvemos a bajar y cogemos un carro. Papá empujaba el carro y mamá la silla de los bombones. Segundo cabreo bombonero, querían ir dentro del carro. Venga vale, si con eso se calman… Cinco minutos de tregua nos dieron.

Cuando por fin llegamos a la caja, hubo que bajarles del carro y montarles en la silla. Tercer cabreo, acompañado con gritos, lloros y patadas al aire. Papá intentando que le cobrasen rápido, yo intentando entretenerles, la gente mirándonos, algunos se solidarizaron con nosotros, otros nos miraron con cierto tufillo de superioridad, (seguro que estos últimos no tenían niños), ellos gritando cada vez más...

Cargamos el coche y nos dirigimos al siguiente destino. Como ya estábamos escarmentados, dejamos la silla en el coche y les montamos directamente en un carro. Estábamos escarmentados y además no podíamos sacar la silla porque estaba encajada en el maletero entre dos colchones y tres bolsas.

Al principio pensamos que la cosa iba bien, estaban entretenidos en hacer el borrico en el carro, (ya sabéis, lo típico de “¿si salto mucho dentro del carro lo volcaré?” y cuando llegamos al expositor de sábanas entraron en éxtasis porque había coches… pero nada, somos unos ilusos, de repente entramos de lleno en el cuarto cabreo porque los dos querían el mismo artículo. Les dimos otro artículo exactamente igual, parecía que se contentaban. Seguimos avanzando por el hipermercado, quinto cabreo, todo lo que su padre y yo metíamos en el carro, ellos lo tiraban fuera y si lo volvíamos a meter, se enfadaban. Al final cedieron, pero por poco tiempo.

Sexto cabreo, querían ir andando e intentaron bajarse ellos solos del carro, (qué arte levantando la pierna oye, qué arte). Papá les bajó, avisándoles que si no iban de la mano, les volvía a montar en el carro. Entre nosotros, Papá es un valiente.
Llevarles de la mano evitó males mayores, aunque tuvimos que devolver a su sitio todos y cada uno de los productos que ellos cogían con intención de lanzarlos al carro. Llegamos a la caja, hay que subirles al carro porque hay bastante gente. Llega el cabreo número… (No sé, yo ya me perdí hace varios berrinches).

Llegamos a casa a las dos de la tarde, con tan mala suerte que como se habían dormido 10 cochinos minutos en el coche, consideraron que no había por qué dormir siesta y estuvieron en el mismo plan folclórico el resto del día…

Conclusión: no volvemos a ir de compras con ellos en una larga temporada. Necesitamos recargar las pilas y esperar a que se nos olvide el mal rato que pasamos antes de repetir.