miércoles, 7 de marzo de 2012

Avances


Hay semanas en las que no tengo novedades que contar respecto de los bombones. Sin embargo hay otras, en las que de un día para otro descubro nuevas habilidades y capacidades de mis hijos, y como madre orgullosa que soy, me hincho como un globo. Sé que son avances suyos, pero mi parte egocéntrica no puede evitar atribuirse un poquito de mérito, sólo un poquito eso sí, que el resto de su entorno cotidiano también influye.

Desde hace unos días, el bombón M ha desarrollado aún más su personalidad: no consiente en mancharse, le debe parecer incómodo y absurdo porque en el cole se niega a pintar con las manos, a tocar la tierra en la actividad del huerto o a experimentar con la harina. Prefiere irse a mirar un cuento o a la clase de los “mayores” cuando tocan actividades de ese tipo.
M sabe perfectamente qué programas y dibujos les gustan y cuales no. Los cantajuegos están desterrados hasta nuevo aviso, de Baby Einstein tolera sólo determinados capítulos y si salen Mickey Mouse o Bob Esponja, entra en extásis.
Él se sienta en el sofá y nos da el mando, y tenemos que ir poniendo programas hasta que acertamos con lo que quiere ver. Si no aciertas, te dice “NOOOO”, si aciertas, aplaude y dice “¡Mia!” (Traducción = ¡Mira!).

El bombón I es un culo de mal asiento. Ahora ha decidido emplear su tiempo en dos actividades: subirse a la silla, de ahí a la mesa y desconfigurar el ordenador de su padre. O subirse al sofá y lanzarse de cabeza al suelo, doy gracias por no tener problemas de corazón porque con él voy de susto en susto.
Y en el cole, sólo recuerda que tiene profesora cuando quiere que ella le de volteretas. Si no, va de por libre o con sus dos amigos del alma, B y D, que son tan “borricos” como él.
Además, está en la fase del “yo solo” y pobre de ti como intentes darle de comer o trates de ayudarle. Te da un manotazo, pega un grito y hasta que no te retiras, no se calla. La otra noche intenté que lo hiciéramos a medias, él comía con su cuchara y yo con otra cuchara le iba ayudando… al final él acabó con dos cucharas y yo mirándole.
Lo de hablar sigue siendo algo que no va con él. Entiende lo que le dices, incluso atiende a órdenes o instrucciones sencillas. Y cuando quiere algo se hace entender. Pero aparte de algunos esporádicos “no”, “papá” y “mamá”… no dice nada. Confío en que poco a poco vaya parloteando más porque tengo muchas ganas de oír su lengua de trapo.

He de reconocer que todo el cansancio y todas las preocupaciones que acarrean la maternidad, quedan sobradamente recompensados con sus avances y aventurillas. Me encanta redescubrir el mundo a través de sus ojos.

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