miércoles, 6 de junio de 2012

La primera adolescencia


Últimamente tengo esto abandonadito. No me he olvidado de que tengo un blog, no voy a dejar de escribir en él, pero tengo las fuerzas al nivel de los túneles del metro y entre el calor, la alergia, el final de curso, la operación “Adiós cunas” y que hemos comenzado a sumergirnos en el apasionante mundo de los dos años, o como lo llaman ahora “la primera adolescencia”…. Vamos, que estoy tirando de pastilla de vitaminas diaria para poder desempeñar más o menos dignamente mis funciones.

Y hoy, que hace calor, que es viernes tarde y estoy currando, (esto lo leeréis el miércoles cuando acabe mis exámenes y si, soy una pringada), me he puesto a pensar en eso de “La primera adolescencia”.

La primera adolescencia, es un término que se usa ahora y cuya definición según he leído es: “Fase del desarrollo que ocurre más o menos a los dos o dos años y medio, una vez que el bebé deja de serlo pasando por una etapa de transición que le permite romper el equilibrio y alcanzar la madurez y la personalidad característica de un niño de tres años”.

Viendo como empiezan a comportarse mis hijos en algunos momentos, yo me dejaría de tanta frase bonita y lo describiría así: “Momento niño por culero que usa el No en todas sus frases, logrando con sus berrinches que la madre se pregunte dónde está su hijo y que hace Chucky usurpando su lugar”

(Para los de la E.S.O, Buscad Muñeco Diabólico en Google y así le conocéis)

Como os decía, los bombones están comenzando la primera adolescencia, según la definición que os he puesto quedan casi 11 meses de rabietas, acompañadas con gritos de “Etoooooo Nooooooo”, “Tu noooooooooooo”, “E miooooooooooo” y lanzamiento de chupete / coche / juguete a la cabeza del primero que pase por allí. Y yo no sé si estoy preparada para vivir un año así de intenso con ellos porque cuando no es I, es M y cuando no, son los dos en amor y compañía, el caso es que últimamente me siento como los TEDAX cuando trato con ellos. Un pequeño gesto inocente por mi parte y… ¡rabieta al canto!

A veces llevamos bien las rabietas, logramos que no entren en bucle y en dos minutos se les ha pasado el mosqueo. Otras veces, no logramos ponernos de acuerdo y la cosa termina como el Rosario de la Aurora. Con ellos dos gritando, uno de nosotros intentando mediar y el otro en una habitación aparte, (el rincón de pensar de los padres deberían llamar a mi baño), intentando reunir toda la paciencia que pueda.

La teoría me la sé, nos la sabemos: nosotros somos los adultos, hay que intentar evitar situaciones “conflictivas”, debemos verbalizar sus sentimientos puesto que ellos no hablan… pero cuando son las 4 de la tarde, estás a 35 grados a la sombra, te sudan hasta las corvas, tienes dos hijos tercos como las mulas, (son Tauro, no digo más) y vas con la hora pegada al culo como siempre… Ni teoría, ni Zen, ni nada, les sientas en la silla después de 10 minutos respetando sus ritmos, rezas para que su hermano no se solidarice y te monten un pollo a dúo y mientras vas pensando que oye, puede que Herodes no fuera tan malo como dice la Biblia….

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