martes, 3 de enero de 2012

El suero

Llega un momento en la vida de todo padre, en la que se tiene que recurrir al suero fisiológico. A nosotros también nos ha tocado.

Al principio, aunque resultaba agotador, lográbamos nuestro objetivo y la operación suero se saldaba con una victoria para nosotros.

Desde que los bombones andan, corren y empiezan a tener conocimiento del medio, las fuerzas se han igualado y en el combate padres vs’ bombones, no siempre salimos vencedores. Y sí, la teoría nos la sabemos, pero la práctica es más complicada.

La cosa funciona así:

Cojo al bombón que tengo más a mano y me le llevo a ponerle un pañal limpio antes de cenar y dormir. Entonces miro la nariz y veo atasco de mocos. Llamo a su padre pidiendo refuerzos.

Según aparece papá, el bombón, que es pequeño pero no imbécil, ya se huele que va a pasar algo chungo y comienza a protestar. Las protestas pasan a gritos en cuanto ve la gasa y la jeringa y se transforman en llantos y patadas según le sujeto las manos mientras papá intenta, y no siempre con éxito, echarle el suero en su naricita respingona.

Una vez logrado nuestro objetivo o una vez admitida la derrota, (ya os he dicho que no siempre ganamos nosotros), toca repetir la jugada con el otro bombón. Solemos darnos por vencidos la tercera vez que el suero acaba en la mejilla o en el ojo del niño.

El otro bombón, cuando sospecha que es su turno, sale por patas, derechito a esconderse dónde pueda mientras piensa: “Le vas a tocar las narices a la abuela, es decir, a tu madre”
Por desgracia para él, papá y mamá siempre le encuentran, (ya ves tú, en 45 metros cuadrados no hay muchos sitios dónde buscar), y entre patadas al aire y gritos de “NOOOOOO, NOOOOOO”, sus horribles padres le llevan al cambiador para proceder a limpiarle la nariz con suero, operación en la que se reproducen los mismos patrones que he mencionado antes: protestas, lloros, patadas, gritos….

Cosas curiosas de este procedimiento:

  • Todas las noches me pregunto si he parido dos niños o dos ninjas.
  • Hemos descubierto que existe la solidaridad melliza: mientras le echas suero al primero, el otro te está golpeando las piernas y regañando para que dejes en paz a su hermano.
  • Son unos rencorosos: si en el primer asalto hemos ganado los padres, el primer bombón se olvida de la solidaridad y se limita a observarnos mientras se ríe o a jugar en el pasillo, dejando al otro abandonado a su suerte. “Se siente macho, haberme defendido en condiciones”.
  • Olvídate de recibir ni un solo beso hasta el día siguiente, como mucho te sonreirán al cabo de un rato y porque llevas su cena en las manos.
  • Papá está cogiendo un pulso y una destreza que podría ganarse la vida como lanzador de cuchillos.
  • Tengo agujetas y moratones en el pecho de tanta patada.
  • Me sigue asombrando la capacidad pulmonar y el volumen de decibelios que demuestran mis hijos.
  • La vecina cotilla de al lado nos mira con mala cara por las mañanas y debe pensarse que por las noches les torturamos.

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