martes, 10 de enero de 2012

Las noches

Si hay algo que caracteriza los veinte meses que cumplo hoy como mamá, es el sueño que paso y que he pasado. Como me dijo una amiga una vez: “Tus hijos te deben horas de sueño suficientes para que seas la Bella Durmiente” Y es que, los bombones eran muy buenos, pero el concepto dormir no lo tenían asimilado.

Durante muchos meses, el padre de los bombones y yo sabíamos como comenzaba la noche, pero no como terminaría.
Recuerdo el día que fuimos a inscribirles en el Registro Civil, que habíamos dormido sólo 45 minutos y andábamos zombies. También recuerdo pasarme alguna madrugada haciendo los 10.000 metros pasillo con alguno de ellos en brazos y mirar mi cama con pena y nostalgia. Y desde que soy madre, comprendo perfectamente porque a la privación de sueño se le considera una forma de tortura.

Durante esas largas noches han pasado muchas cosas: una vez mi mente asoció bebe que llora = tiene hambre y yo tenía tanto sueño que no me di cuenta de que iba a darle de comer al que había comido hacía 15 minutos, menos mal que papá estaba medio despierto y me avisó. Otra vez me puse a golpear la almohada porque realmente necesitaba dormir y mis hijos no eran de la misma opinión. Más de una madrugada he terminado llorando de puro agotamiento...

Una noche típica en casa bombones podía ser así:

I y M se dormían como dos benditos a las 21 horas. A las cinco minutos de haberme acostado, (daba igual a que hora me acostara porque Murphy siempre hacía y hace cumplir su ley), se despertaba I, ibas a buscarle y estaba de pie en su cuna sonriendo. Le llevabas al salón o a tu cama o a pasear por el pasillo, lograbas que se durmiera sobre las 2. Le llevabas a la cuna. Te acostabas. A las 2:30 se despertaba M, repetías la misma operación que con I, se dormía a las 4. Regresabas a la cama. A las 5 I se despertaba de nuevo,  se volvía a dormir a las 6. Y a las 6:45 y en perfecta sincronización con mi despertador, M se despertaba definitivamente. Y mientras ellos se despertaban con una sonrisa, yo iba acumulando ojeras y me pasaba las noches ciscándome en todo el universo.

Había variaciones, a veces uno dormía del tirón y el otro daba guerra toda la noche. Otras veces se despertaban los dos a la vez y se ponían a hacer el borrico en sus cunas… la verdad es que tiempo para aburrirme no había. Las noches eran un misterio insondable en el que yo nunca sabía qué iba a pasar.

Así durante 16 meses en los que dormí una media de 4 / 5 horas diarias y no siempre seguidas, hasta que comenzó el cole y las malas noches se han espaciado, ahora nos toca sólo una madrugada insomne a la semana. Como ventajas de la falta de sueño... pues, si pienso mucho, podría contar que he descubierto que durante la madrugada ponen reposiciones de series antiguas que molan bastante y me ha dado tiempo a ponerme al día en los capítulos que tenía atrasados de mis series favoritas.

Así que, si leéis esto y echáis de menos dormir, tranquilos que todo pasa, tarde o temprano todos dormiréis y recordaréis las noches en vela con una mezcla de nostalgia y sudores fríos. Y mientras tanto, aprovechad para hacer otras actividades, si al fin y al cabo, el dormir está sobrevalorado ;)

1 comentario:

  1. Enhorabuena por esos 20 meses de maternidad por partida doble y por esa energía envidiable con la que la naturaleza te ha dotado. Y mil gracias por los ánimos al resto de madres ojerosas! Veo una luz al final del tunel y, espera... No, parece que no es la de la lámpara de mi mesilla de noche... ;-)

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