Ayer llegué a casa dos horas antes de lo habitual, así que pude hacer en martes lo que suelo hacer los fines de semana: jugar con los bombones.
Me senté en el suelo y M vino corriendo con un cuento, se sentó en mis piernas y nos pusimos a mirarlo. I también vino, pero se limitó a tirarse en plancha y a hacerme cosquillas en el cuello.
Luego hicimos puzzles: yo lo desmontaba, ellos se quedaban todas las piezas y luego me las iban dando de una en una para que yo lo volviera a montar y me aplaudían cuando terminábamos. Son mi mejor público.
También jugamos a hacer el borrico, yo me tumbaba y ellos se lanzaban al más puro estilo pressing catch, (soy de la generación que creció en los 80 y 90 y nunca podré llamarlo wretsling). O escalaban la mesa y de ahí se tiraban en plancha al sofá, o ponían en práctica otras burrerías enseñadas por su padre pero sin dejar de reírse a carcajadas.
Hubo un pequeño conflicto cuando se volcó la pizarra e intentaron coger una de las patas para pegar con ella en la mesa, pero todo pasó cuando oyeron los Cantajuego y se pusieron a bailar en mitad del salón.
Puede parecer una tontería, pero cuando me paso las semanas trabajando y estresada, llegando tarde a casa y sintiendo que me faltan horas, pasarme una tarde entera jugando con mis hijos es una gozada y ayer pude disfrutarlos al 200%, como a mí me gusta.
Me alegro un montón. Que rato tan agradable.
ResponderEliminarY que buenos son esos ratitos, verdad??
ResponderEliminarMe alegro!!!.
ResponderEliminarQue buen rato de juego echasteis!
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